martes, 15 de noviembre de 2011

Fudōshin


Cuento Zen
Sin Miedo
Durante las guerras civiles en el Japón feudal, un ejército invasor podía barrer rápidamente con una ciudad y tomar el control. En una aldea en particular, todos huyeron momentos antes que llegara el ejército; todos excepto el maestro de Zen.

Curioso por este viejo, el general fue hasta el templo para ver por sí mismo qué clase de hombre era este maestro. Como no fuera tratado con la deferencia y sometimiento a los cuales estaba acostumbrado, el general estalló en cólera. “¡Estúpido!”, gritó mientras alcanzaba su espada, “¡no te das cuenta que estás parado ante un hombre que podría atravesarte sin cerrar un ojo!”. Pero a pesar de la amenaza, el maestro parecía inmóvil. “¿Y usted se da cuenta?”, contestó tranquilamente el maestro, “¿que está parado ante un hombre que podría ser atravesado sin cerrar un ojo?”

En el presente cuento el maestro zen hace referencia al Fudoshin.
Fudōshin (en japonés: 不動心) es un estado de ecuanimidad o imperturbabilidad (literal y metafóricamente: mente inmóvil o corazón inmóvil) y se encuentra frecuentemente en el budismo zen, el sintoismo y el camino del guerrero o Bushido.

Mente y corazón
El término esta compuesto de tres ideogramas. El primero “fu” es negación; el segundo “do” es movimiento y el tercero, shin o “kokoro” es corazón.
Shin o kokoro, puede traducirse literalmente como corazón, pero la traducción no es exacta. En el lenguaje japonés ordinario, Kokoro podría referirse a todo el mundo interno, incluyendo pensamientos y sentimientos. El sentido en que se le utiliza en filosofía y artes tradicionales se acerca más a la noción de mundo interno profundo. Kokoro es una realidad a la que los seres tenemos acceso directo y la podemos sentir, vivir, si nos sumergimos realmente dentro de nosotros. Aquellos quienes estimen que el “espíritu” también se puede experimentar de ese modo podrán traducir “kokoro” por espíritu.
La tranquilización del corazón, la unificación que nos pone en contacto con una realidad expandida, ya no somos nuestra “mente analítica” que opera con miedos, ansiedades y pasiones, que opera paradójicamente intentando controlar descontroladamente, que todo lo perturba, a la que todo perturba y nunca está satisfecha. La mente nos puede llevar por caminos de juicio y tremenda insatisfacción.
El corazón tranquilo siempre nos lleva a casa, al presente, donde prevalece el amor incondicional.
Un antiguo poema japonés dice: “Aunque soplen los ocho vientos, la luna del cielo permanece inmutable”.

Fuentes: